Por Danilo Prates, Especialista en Riesgos y Gobernanza de Ciberseguridad en Neoenergia.
- Un encuentro entre lo sagrado y lo digital
- Tres narrativas, pero un solo debate
- La Iglesia Católica: guardiana de la dignidad humana
- Las Big Techs: ética como estrategia
- La Gobernanza de la IA: un terreno en disputa
- La diplomacia del Vaticano y la ética occidentalizada
- Por una ética plural y participativa
Un encuentro entre lo sagrado y lo digital
En un mundo cada vez más moldeado por algoritmos, inteligencia artificial (IA) y plataformas digitales, la pregunta sobre quién debe establecer los límites éticos y morales de estas tecnologías se vuelve urgente. Tradicionalmente, la ética ha sido dominio de la filosofía, la religión y, en algunos casos, del derecho. Sin embargo, en la era digital, actores inesperados han comenzado a ocupar este espacio.
A primera vista, podría parecer que la Iglesia Católica y las Big Techs habitan universos paralelos. Una viene de siglos de tradición espiritual; las otras son impulsadas por la innovación, el lucro y la velocidad. Pero en los últimos años, estos mundos han comenzado a entrelazarse en torno a un tema común: la gobernanza ética de la inteligencia artificial.
Este ensayo propone una exploración crítica y narrativa de esta convergencia. ¿Qué papel juega la Iglesia Católica en la discusión sobre la IA? ¿Cómo responden las Big Techs a los llamados éticos provenientes del Vaticano? ¿Y qué implicaciones tiene esta interacción para la construcción de una ética global en lo digital?
Tres narrativas, pero un solo debate
La Iglesia Católica: guardiana de la dignidad humana
La Iglesia viene mostrando una creciente preocupación por los desafíos éticos del mundo moderno. En el 2020, el Vaticano dio un paso audaz al lanzar la iniciativa Rome Call for AI Ethics, un documento que propone principios éticos para el desarrollo de la inteligencia artificial, como la transparencia, la inclusión, la responsabilidad y la seguridad.
Este llamado no fue un gesto simbólico. Fue firmado por representantes de IBM, Microsoft y otras entidades tecnológicas, marcando un momento histórico: la alianza entre una institución religiosa milenaria y los gigantes de la tecnología para discutir el futuro de la humanidad.
El Papa Francisco ha sido particularmente vocal sobre los riesgos de una IA deshumanizada. En múltiples discursos, ha advertido contra el uso de algoritmos que perpetúan la discriminación, la vigilancia masiva y la pérdida de autonomía humana. Para la Iglesia, la IA debe estar al servicio del bien común y nunca sustituir la dignidad de la persona.
Las Big Techs: ética como estrategia
Las grandes empresas tecnológicas, por su parte, han comprendido que la ética no es solo una cuestión de imagen, sino también de supervivencia. Escándalos como el uso indebido de datos personales, la manipulación de elecciones y los sesgos algorítmicos han erosionado la confianza pública.
Microsoft, por ejemplo, ha creado comités internos de ética para revisar el uso de IA en sus productos. IBM ha promovido principios de “IA confiable” y ha participado activamente en foros interreligiosos y académicos. Estas acciones, aunque valiosas, también responden a una lógica de mercado: una IA ética es una IA aceptable para los consumidores y los reguladores.
Sin embargo, la pregunta persiste: ¿puede una empresa cuyo objetivo es el lucro liderar una discusión ética sin perjudicar al ser humano? ¿cuál es su límite?
La Gobernanza de la IA: un terreno en disputa
La gobernanza de la inteligencia artificial es hoy uno de los temas más debatidos en foros internacionales. Naciones Unidas, la Unión Europea y múltiples gobiernos han propuesto marcos regulatorios. Sin embargo, la velocidad del desarrollo tecnológico supera con frecuencia la capacidad de respuesta de los gobiernos, de la sociedad y de las instituciones.
En este vacío, surgen iniciativas como la del Vaticano, que buscan establecer principios universales. La fuerza de la Iglesia no reside en su capacidad legal, sino en su autoridad moral. Al convocar a las Big Techs a Roma, el Vaticano no impone leyes, pero sí propone valores.
Este enfoque ha sido bien recibido por algunos sectores, pero también ha generado críticas. ¿Qué legitimidad tiene una institución religiosa para intervenir en debates tecnológicos? ¿No corre el riesgo de imponer una visión ética particular sobre un mundo plural?
La diplomacia del Vaticano y la ética occidentalizada
La intervención del Vaticano en la gobernanza de la IA plantea una paradoja. Por un lado, representa un esfuerzo genuino por humanizar la tecnología. Por otro, corre el riesgo de reforzar una visión occidental y cristiana de la ética, que no necesariamente refleja la diversidad cultural, ambiental, filosófica, moral, política, económica, social del mundo.
La diplomacia vaticana ha sido hábil en posicionarse como mediadora global. Su red de contactos, su neutralidad política y su prestigio histórico le permiten dialogar con actores muy diversos. Pero su propuesta ética se basa en una antropología cristiana que privilegia ciertos valores — como la sacralidad de la vida, la centralidad de la persona y demás.
En este sentido, la Rome Call for AI Ethics ha sido criticada por su falta de inclusión de perspectivas no occidentales, como las cosmovisiones indígenas, las éticas orientales o las filosofías africanas. La gobernanza de la IA, para ser verdaderamente global, debe incorporar esta pluralidad, incluso porque los datos indican que el futuro será oriental.
Además, la alianza entre la Iglesia y las Big Techs puede ser vista con escepticismo. ¿Hasta qué punto estas empresas están comprometidas con una ética profunda y no solo con una estrategia de relaciones públicas? ¿Y hasta qué punto la Iglesia está dispuesta a cuestionar los fundamentos del sistema tecnológico actual, más allá de proponer principios generales?
Por una ética plural y participativa
La relación entre la Iglesia Católica, la gobernanza de la IA y las Big Techs es un fenómeno complejo y fascinante. Representa un intento de construir puentes entre lo espiritual y lo digital, entre la tradición y la innovación. Pero también revela tensiones profundas sobre quién tiene el derecho de definir lo que es ético en un mundo globalizado.
Para avanzar hacia una IA verdaderamente ética, no basta con declaraciones simbólicas ni con alianzas estratégicas. Se requiere un diálogo abierto, plural y participativo, donde todas las voces — religiosas, laicas, académicas, técnicas y populares — tengan su lugar.
La ética de la inteligencia artificial no puede ser monopolio de las grandes potencias ni de las grandes religiones. Debe ser una construcción colectiva, que reconozca la dignidad de cada cultura, de cada comunidad y de cada ser humano.